Dicen que los árbitros no pierden ni ganan. Que son quienes imparten justicia, pero casi siempre hay injusticias contra ellos. Les llamaban los ‘Hombres de Negro’, y quienes se ganan el respeto dentro y fuera del campo son reconocidos como ‘Profes’. A los árbitros muy pocas veces los recuerdan o idolatran. Pero de este grupo selecto y casi furtivo, existen quienes son distinguidos por su legado. Este es el caso de Carlos Víctor Rivero Ángeles, un juez en toda la extensión de la palabra.

De este personaje hay grandes hazañas, por ejemplo el haber sido árbitro de fútbol y voleibol, un hecho sin precedentes y sin registro alguno. Y el otro, con impacto a pedir Récord Güines, es la marca de haber ‘pitado’ un encuentro del balompié profesional a los 69 años, algo que lo convierte en el ‘referee’ más longevo en realizarlo. Y, por si fuera poco, fue el primero en dirigir un compromiso en el Estadio Alejandro Villanueva, conocido como ‘Matute’.

Rivero Ángeles nació un 22 de marzo de 1922. Solo a los dos años de vida perdió a su padre y quedó huérfano. Vivió hasta los 13 en el distrito del Rímac y luego se mudó junto a su madre al entrañable barrio de Breña. A los 15 almanaques, y tras varios hechos desafortunados, decide enrolarse al ejército nacional por no tener techo ni comida. En 1941, cuando tenía apenas 19 años, tuvo que ir al frente de batalla y defender a la patria en «La Guerra del 41′ contra Ecuador. De ahí, siguiendo su línea y esa firmeza de servir al país, pasa a formar parte de la Policía Montada (1943).

Su vida cambiaría de rumbo. Carlos Rivero fue un amante a los deportes. Era hincha de Alianza Lima, ‘El Equipo del Pueblo’, y su pasión la trasladó a los estadios para seguir al club de sus amores. En esas idas para ver buen fútbol de la época, conoció al árbitro Pedro Falcón, uno de los fundadores de la Asociación de Árbitros de Voleibol del país, como bien lo relata su hijo, Carlos Martín Rivero: «Mi padre entra de lleno en el arbitraje, después de conocer a un juez de la época, de apellido Falcón, que lo incentiva a conocer la función y reglas de esta profesión».

Su gusto por el vóley comenzó debido a que veía en esta disciplina poco contacto físico, así lo resalta  su hijo, su homónimo, y quien siguió sus pasos, y que en la actualidad es un entrenador reconocido. Él mismo confiesa que se inició en el voleibol a los 15 años, como arbitro por influencia de su padre, dirigiendo partidos internos del Divino Maestro, donde era corregido por el mítico Fernando Aguayo.

‘Mi padre tenia de todo un poco. Sus enseñanzas fueron las mejores. Era duro, pero por la vida que llevó. Era disciplinado. Estudioso y perseverante. Carismático. En Perú conoció todos los departamentos a excepción de Madre de Dios», resalta.

Se pueden contar muchas historias, anécdotas y hazañas de Carlos Víctor Rivero Ángeles, pero el tesoro mas preciado para cualquier ser humano es el aprecio honesto de quienes en vida aprovecharon la enseñanza que transmitió, y que ahora son los mismos que valoran su legado.

Para Walter Vera, uno de los árbitros insignes en la actualidad, por lo dos mundiales en su historial como juez principal (2011 y 2015), además de haber dirigido el último partido masculino de los Juegos Panamericanos Lima 2019; el recuerdo con Carlos Rivero es de gracia y gratitud, sobre todo, porque su antecesor ya le presagiaba – como un visionario – el futuro de una carrera brillante.

«Como no recordar al profe que fué mi primer instructor de arbitraje ,en Chiclayo. Recibí grandes enseñanzas. Me convocaba a muchos torneos nacionales como árbitro representando a Chiclayo y me dio oportunidades de dirigir finales, y siempre me decía: ‘eres un gran proyecto sigue así con la humildad que te caracteriza’. Casi siempre llegaba a Chiclayo a celebrar el aniversario del Copav, junto con el profesor Lozano, y bailaban hasta no poder marinera y  huaynos. Realmente grandes anécdotas y momentos», evocó.

Hay un precepto lógico en esta profesión: para ser árbitro tienes que haber jugado voleibol y, además, saber los fundamentos básicos y pedagógicos; ser entrenador. Carlos Rivero Ángeles dirigió al Regatas, club dónde llevó a Irma Cordero y a Norma Velarde, dos grandes jugadoras de una generación dorada. Fue, además, influencia para muchos prodigiosos técnicos nacionales, como el formador Antonio Carrasco.

«Un peruano como pocos. Orgullo y ejemplo para su maravillosa familia. Fue mi primer Instructor en reglas de juego y tuve el privilegio y honor de recibir sabios consejos que lo supe aquilatar en mi carrera. Nosotros como profesionales del deporte somos productos de tantas maravillosas personas que Dios nos pone en el camino y Carlos Rivero fue una de ellas en mi formación de entrenador; por sus consejos cuando me veía en mis inicios. Él siempre me decía que tenía mucho futuro y que iba llegar donde me lo proponía, le gustaba mucho ver a mi equipo de ese entonces al Tejidos La Unión por la alegría que jugaba y su barra, se alegró mucho cuando Mister Park me convocó a la Selección Nacional y me dijo: ¿Qué te dije?.. Y fue así… Ya me lo había dicho antes… “Vas a llegar, sigue siendo correcto“. Bueno, tenemos que ser agradecidos y que mejor haciéndolo público y decir que fue un caballero», comentó.

Forjó una carrera llena de sucesos imborrables dentro del vóley y fútbol. Viajar como juez internacional de la net alta a los Juegos Olímpicos de Montreal y Moscú (1976 y 1980); fue jefe de reglas y arbitraje en el Mundial de Voleibol de 1982 realizado en nuestro país, y en donde nuestra selección consiguió el subcampeonato. En el fútbol dirigió partidos del Campeonato Nacional, Copa Libertadores, Copa América, y encuentros épicos, que inspiraron a extraños, pero sobre todo a la generación familiar que él mismo originó.

«Mi abuelo, Carlos Rivero Angeles, fue uno de los primeros árbitros internacionales del Perú», comenta José Carlos Rivero, nieto de la leyenda del arbitraje, quien siguió sus pasos, y quien en la actualidad dirige en la Major League Soccer.

Él recuerda que antes de de comenzar a dirigir su partido número 100 en la temporada 2018 de la MLS, pensó en su abuelo, quien habia fallecido hace unos meses: “Creo que lo voy hacer bien. Si él fue a Brasil y arbitró a Pele frente a 145.000 personas. Yo también lo pueso hacer», relata.

Su hijo ‘Tato’ Rivero lo mantiene presente, día a día, en sus charlas, cuando ve a un árbitro sobre la torre; cuando dirige o sencillamente cuando urga entre las fotos de la gaveta de su casa.

Carlos junior, asegura que su padre influyó a regañadientes a que se insertara en el vóley, y que incluso a los 14 años lo llevó a una selección con Pipo Vásquez.

«Mi incliné mas por el voleibol porque lo jugué. Es un deporte más disciplinado hacia el árbitro. Me apasionó porque viví el Mundial del 82 y ver de cerca a las glorias de Seúl 88. Jugué en Divino Maestro y luego pasé a Peerless», señala Rivero hijo, quien es FIVB II y en su carrera como técnico estuvo en la iniciación del Club Géminis de Comas, dirigió a Garcilaso en 1997 y un año más tarde sacó cuarto a Independiente de Chosica.

«Yo estuve junto a Fernando Aguayo en sus últimos años de vida. Y entre las tantas conversaciones que teníamos me contó que en esa época le reclamaban fuertemente a los árbitros, pero que cuando mi papá dirigía nadie decía nada, lo respetaban. En el fútbol le decían ‘El Diablo'», comenta.

EL NIÑO TERRIBLE’ Y LA ANÉCDOTA CON EL ‘PROFE’

Entre los varios clásicos que dirigió, Carlos Rivero tuvo uno particular donde expulsó nada más y nada menos que a Roberto Chale. Para ese entonces era popular la picardía y viveza con la que jugaba el el futbolista crema, hasta para agredir a un rival.

«Me contó mi padre que hubo una acción en que cobró un foul, y a la hora que iba a poner el balón en el césped se origina una gresca, se volteó y le sacó la roja a Chale que se quedó sorprendido y tuvo que salir callado. Cuando termina el partido tocan la puerta de la terna arbitral y le avisan a mi papá que Chale lo estaba buscando. Salió y el jugador le pregunta que por qué lo había expulsado si estaba de espaldas. Mi viejo le respondió que cuando se agachó a acomodar el balón abrió las piernas y vio que golpeó al rival. Roberto se dio media vuelta y se fue otra vez callado». Un recuerdo de lujo, sin duda alguna.

HAZAÑAS INSUPERABLES

En 1991 se produjo una huelga de árbitros en el campeonato profesional de fútbol, debido a que muchos de ellos temían ser agredidos ante varios reclamos de los clubes de la Región Metropolitana por los constantes errores de los ‘hombres de negro’. Frente a eso, la dirigencia no cedió ante la protesta y el domingo 27 de octubre, por la fecha 15 del II Regional Metropolitano, decidieron que cinco de los seis encuentros jugados en la capital sean dirigidos por árbitros ya jubilados, entre los que figuraban Carlos Víctor Rivero Ángeles.

Finalmente, el hombre de 69 años cumplidos dirigió el triunfo de San Agustín sobre AELU (3 – 2), completando los 90 minutos después de 13 años (se había retirado en 1978). Una hazaña inédita en el balompié mundial, donde se puede tomar como precedente al inglés George Reader, que con 53 años pitó la final de Brasil 1950, considerado el juez más veterano que se registra en una Copa del Mundo. Pero, aún no hay un escalafón en el libro de Récords Güines que refiera al árbitro más longevo del fútbol en general, algo que podría ser considerado y reclamado por la familia Rivero y todo el Perú.

PRIMER PITAZO ÍNTIMO

Después de tantos vaivénes, el estadio aliancista fue inaugurado el 27 de diciembre de 1974. Como partido inaugural, se enfrentaron Alianza Lima y el Nacional de Uruguay con motivo de un cuadrangular internacional donde también participaron Independiente de Avellaneda y Universitario de Deportes, siendo este último el vencedor de la competición. El encuentro finalizó con el marcador 2 – 2, y el árbitro que dirigió este encuentro fue Carlos Rivero Ángeles ante la asistencia de 45.777 espectadores, en un hecho que quedó plasmado en el recuerdo de la afición ‘victoriana’.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *